Debido a nuestro querido desprendimiento de rocas, hemos tenido que coger un bus que daba un «pequeño» rodeo de sólo 450km más:
Whistler-Pemberton-Lillooet-Hope-Vancouver.
Eso sí, el paisaje mereció muchísimo la pena. Es el mejor paisaje que he visto jamás: lagos de color azul esmeralda, niebla en las montañas más altas, barrancos impresionantes, ríos inmensos, al igual que otros más pequeños típicos de Canadá… un espectáculo que duró 4-5 horas, la otra por una autopista infestada de coches.
Al llegar, pues yo me fui a mi hotelucho, mientras los demás se quedaban en el Sheraton o en el Westin, y quedamos para cenar, en un restaurante de comida mundial, pudimos charlar con un coreano que era desarrollador de Fennec y hablamos largo y tendido con él.
Vuelta al hotel, y a dormir
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