Rectificar

Rectificar es de sabios, y asumir los errores también

¡Y qué poco se hace hoy en día! Lo vemos todos los días, a todas horas. Alguien se equivoca y no rectifica, o a veces «donde dije digo digo Diego» más falso que el premio Nobel de la paz de Obama.

Oops

¿Cuántos políticos rectifican? ¿Cuántos dicen: «me equivoqué al decir ayer que no hay crisis»? O ¿»no tengo a imputados en mis listas»?

Es flipante cómo además no tienen ningún reparo en cambiar su idea de un día para otro, sin los más mínimos escrúpulos y con una hipocresía bastante interesante.

¿El problema? Que aceptamos esas mentiras, esas salidas de tono, ese juego de «y tú más» y «yo la tengo más larga» para que lo único que hagan es llamarse de todo entre ellos y no hagan nada por la gente, que es lo que más lo necesita.

Obviamente, no quiero dejar por alto el fútbol. ¡0h mis queridos Madrid-Barça! ¡Oh los queridos árbitros con más fallos (¿deliberados?) que los experimentos de Chernóbyl! Está claro que se equivocan muchas veces. Errores garrafales. Errores que, sí, puede que en el campo no se vean, pero que en televisión son acojonantes. Jamás he visto a ningún árbitro decir después del partido: «Lo siento, no fue falta y me equivoqué» o un «Pues no era falta de CR9, era gol legal de Higuaín» o un incluso «Pues no, Marcelo no da a Busquets que finge la agresión en una parte que ni siquiera le roza». No hablemos de lo de Pepe pues.

Busquets

Si te has equivocado, reconócelo. Si alguien te corrige y su respuesta es mejor que la tuya, asúmelo. Pero no quedes como un chulo, porque al final siempre se descubre.